FRANZ KAFKA  (1883-1924)

Kafka por Sábat

Marco histórico

Los primeros treinta años de la vida de Franz Kafka transcurrieron mientras Checoslovaquia formaba parte de la monarquía imperial austro-húngara. Durante ese periodo, el movimiento nacionalista checo, que se remonta al siglo IX, fue cobrando fuerza hasta lograr, en 1918, la instauración de la república.

Desde que la Gran Moravia, nombre que recibía el territorio checo, pasó a engrosar el acervo imperial de los magiares, pueblo establecido en Hungría, la aspiración fundamental de la población checa fue la conquista de su independencia como nación. No obstante, esta lucha nacionalista no fue entendida como un mero conflicto de fronteras, o la mera asunción de un vago proyecto independentista. En la medida en que los campesinos, que formaban el porcentaje más amplio de la población, asumieron la principal responsabilidad en el combate, impregnaron el nacionalismo de un marcado carácter social, fusionándolo con las propias reivindicaciones sociales exigidas tradicionalmente por el campesinado.

El cariz que la religión adoptó en Checoslovaquia fue muy peculiar. Juan Hus (1369-1415) y Chelcicky (1390-1460 ) plantearon una religión "terrenal", orientada a la consecución de la libertad y la felicidad en el reino mundano, en un intento de que este mundo concreto y real que nos envuelve fuera la imagen exacta del otro mundo, del celestial. Hus dará su nombre a los denominados movimientos "huisitas", de carácter campesino, insurreccional y religioso. Por su parte, Chelcicky, a través de su principal obra Libro de La Verdadera Fe, establecerá una crítica radical a la iglesia como institución depravadora del verdadero cristianismo, y al estado como organización al servicio exclusivo de los gobernantes en detrimento de los gobernados. Ambas instituciones son, en su opinión, la fuente del mal que reina en la sociedad. Chelcicky será el precursor, en la modernidad, de un tipo de crítica religiosa interna a la religión misma, que en la Ilustración francesa adquirirá gran importancia con Morelly, Mably y el abad Meslier, principalmente.

Los movimientos campesinos checos, y en lugar preeminente la revuelta encabezada por Wicliff (1324-1384), fueron los más radicales de cuantos se produjeron en el marco de a Europa Central de aquel momento. La intransigente búsqueda de libertad y justicia social de estas insurrecciones, marcará a la cultura checa con signo indeleble.

En el siglo XIX, el movimiento nacionalista adquirió de nuevo una considerable fuerza. En esta ocasión ya no será la religión quien propiciará el sentimiento independentista y emancipador; la elaboración de cauces culturales propios fue la plataforma sobre la que se levantó el nacionalismo contemporáneo checo.

Tomás G. Masaryk (1850-1937), escritor, ensayista, filósofo y político, encabezó las negociaciones que habrían de culminar en la proclamación de la independencia de Checoslovaquia en 1918, aprovechando la coyuntura diplomática creada por los tratados firmados al término de la Primera Guerra Mundial. En 1920 Checoslovaquia se constituía como república, y Masaryk como presidente, hasta que en 1935 abandonó su cargo por senilidad.

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La literatura de la época

La cultura checa, durante el siglo XIX no fue impermeable al acontecer cultural europeo. Con el romanticismo se produjo un despertar literario en el país, que unido a la sorda y constante tarea filológica de los eruditos Gelasio Dobner (1719-1790) y del filósofo José Dubrovky (1753-!82S), permitían el renacer y el auge de la cultura, ya sea en la mera vertiente creativa como en la de investigación.

El nacionalismo fue el tema que acaparó la preocupación y las miras de la mayoría de intelectuales del momento, Jan Kollar (1793-1852) realizó un importante esfuerzo lírico y patriótico en su poema La hija de Slava, siendo tal vez el autor más característico de lo que venimos enunciando. Como fruto de este pujante ambiente nacionalista, se creó el movimiento Lumirovci (que toma el nombre del seminario Lumir donde se originó), con la finalidad de robustecer y poner al día la cultura de la nación. Rechazaron el tutelaje alemán y se abocaron a la traducción y estudio de las manifestaciones culturales rusas, principalmente, y del resto de Europa. La aparición de la Universidad en 1880 dio un nuevo auge al movimiento independentista cultural checo, encontrando en la labor de Jan Gebaner (1838-1907) el respaldo filológico y lingüístico que el idioma precisaba.

El desinterés por lo alemán hizo que los intelectuales checos se sintieran enormemente receptivos a las corrientes culturales del resto de Europa en boga en aquellos momentos, en un intento por desembarazarse de su anterior tutelaje y por poner al día sus propias muestras culturales. Así, el realismo impresionista fue cultivado en Checoslovaquia por Ruzema Svobodova (1868-1920) y por J. S. Machar ( 1864-1923) quien compuso un extraordinario ciclo épico-lírico sobre el desarrollo de la humanidad. El simbolismo tuvo sus adalides en los poetas "decadentes" Antonino Sova (1844-1912) y Otakar Bezina (1868-1917). En prosa, los escritores más relevantes de la época fueron Josef Hora (1891-1945) y F. Hales ( 1901-1949 ) . El panorama literario de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se hallaba convulsionado por la aparición de nuevas corrientes de expresión y por la crisis de la novela psicológica. Durante el siglo XIX, la psicología había sido la manera a través de la cual emergía el conflicto entre el yo y no-yo; entre el hombre como sujeto y el mundo como objeto, siendo el mundo todo aquello que no era constitutivo de la esencialidad humana y que por ello se le oponía. El mundo era un problema que los hombres, cada uno de ellos en su propia originalidad, debían resolver. Esta concepción psicológica deja de predominar en Proust, a través de un original ensamblaje de estos dos elementos, hombre-mundo, considerados como opuestos por la anterior corriente literaria.

El equilibrio que el siglo XIX pretendía establecer entre lo viejo y lo nuevo, se quiebra en el siglo XX. La caída de esta aspiración de armonía cultural histórica, a la vez que de armonía intrínseca al producto artístico, va unida a la caída misma del psicologismo.

El siglo XX desgarra la herencia pretendidamente armónica que el siglo anterior le había legado. Este desgarro trae como consecuencia la asunción de los antagonismos en tanto que tales, no intentando encontrar socorridas fórmulas unitarias. Los escritores y artistas de comienzos de siglo, cada uno a su manera, se situaron en este desgarro, y contemplaron el mundo y el yo como partes de un mismo paisaje, bajo el dualismo óptico de una mirada que escinde en el mismo plano dos realidades, la realidad tal cual es apercibida por los sentidos, sin más, y la otra realidad, la de los sueños, la elaborada en nuestra imaginación, la del surrealismo. El lenguaje se torna destructor, aparece el dadaísmo. En Joyce y en Kafka, los dos escritores más originales y renovadores de estos años, la realidad que expresan en sus textos se halla fundamentada por una originaria visión de lo existente más allá de la aparente realidad; Es, pues, una experiencia lindante con lo irracional lo que nos muestra el carácter mismo de la realidad racional. Kafka y Joyce asumen este dualismo, y utilizando elementos procedentes de la aparente realidad y por ello observables y conocidos por todo el mundo, muestran el absurdo de la vida.

A Kafka, la novela fantástica del austriaco Allred Kubin (1889-1959) le ayudará a manejar esta difícil y sutil técnica de expresión dual. La psicología de los literatos anteriores, quedará sustituida en Kafka por una especie de mitología de polivalente interpretación. Siendo ello lo fundamental de sus historias; a este respecto nos dice Jorge Luis Borges: "el argumento y el ambiente son lo esencial; no las evoluciones de la fábula ni las penetraciones psicológicas". Lo importante es la narración, por ella misma, por lo que se nos muestra al ser narrado. James Joyce hará del lenguaje el protagonista. En Kafka será la mitología simbólica en que nos adentran sus narraciones, el verdadero protagonista. Ambos autores, en compañía del movimiento cultural en el que se hallaban insertos, nos enseñaron a mirar la realidad de una forma plural, apartándonos de la reductora univocidad; y ello constituye, probablemente, su más preciada contribución a la cultura.

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Infancia y Adolescencia

Franz Kafka nació en Praga el 3 de Julio de 1883, en el seno de una familia judía perteneciente a la pequeña burguesía. Recibió una estricta educación en escuelas alemanas. Entre 1889 y 1893 asiste a la escuela del llamado "Mercado de Carne" y luego al "Gymnasium" alemán de Praga, o Instituto de Enseñanza Media (1893-1901), uno de los centros pedagógicos de mayor prestigio de la ciudad, frecuentado tanto por hijos de familias judías -cuya lengua doméstica era la lengua alemana o su variante yiddish-, como por los vástagos de clase administrativa del Imperio con capital en Viena, imperio que no conocía otra lengua oficial que el alemán. Luego, entre 1901 y 1906, Kafka estudia Germanística y Derecho en la Universidad Alemana de Praga, y al término de sus estudios pasó a emplearse como abogado, sin ninguna dificultad, primero en el bufete de un pariente, luego en una compañía italiana de seguros con sede en Praga, y por fin en la compañía de Seguros de Accidente de Trabajo, siempre en Praga, donde trabajó hasta su jubilación anticipada, en 1922, a causa de su tuberculosis.

La sordidez, la frialdad, la sombría existencia de los burócratas y funcionarios, quedarán plasmadas en su obra, y serán caracterizados por la penetrante agudeza crítica Kafkiana. El contraste entre sus ocupaciones laborales y su deseo de ocuparse por entero a la literatura, había de llevare a un dualismo existencial cuya expresión es el absurdo, en sus diarios escribe "...Una espantosa doble vida, que probablemente no tenga otra vía de escape que la locura" (19 de febrero de 1911). O en otro famoso pasaje: "Cuando mi organismo se dio cuenta que escribir era el enfoque más provechoso de mi ser, todos mis esfuerzos tendieron hacía allí y abandonaron todas las facultades relativas a los placeres del sexo, de la comida, de la bebida, de la reflexión filosófica, de la música. Yo iba adelgazando en todas estas direcciones. Era algo necesario, puesto que en conjunto mis fuerzas eran tan débiles, que sólo unidas podían utilizarse para escribir".

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Vida Familiar

Valerine, Grabiele, KafkaDespués de Franz, Hermann Kafka y Jolie Löwy tuvieron otros cinco hijos, nacidos entre 1885 y 1892. Dos varones, Georg y Heinrich, murieron a los pocos meses. Los otros, las tres hermanas de Franz: Grabiele, Valerine y Ottilie (en la foto con Valerine -izquierda- y Grabiele -centro-, cuando Kafka tenía 10 años), sobrevivieron a su hermano, pero sucumbieron en 1941, 1942 y 1943, respectivamente, en los campos de concentración nazis.

Unas de las obsesiones más permanentes y determinantes en la vida de Kafka fue, sin duda alguna, su padre. Pocos elementos del entorno biográfico de Kafka tuvieron tanto rendimiento literario como el que alcanzó la persona -hecha símbolo- de su padre biológico.

Hermann Kafka

Hermann Kafka (foto) de familia judía al igual que su futura esposa y madre del escritor, Julie Löwy, había nacido pobre en una aldea al sur de Bohemia en 1852. Su infancia fu e relativamente desgraciada y de ella recordaba su hijo algunas escenas lamentables. Hermann Kafka emigró a Praga a principios de la década de 1880 y allí se instaló como comerciante de artículos de mercería y accesorios de vestir, al frente de un negocio que no dejó de prosperar durante todos los años de vida de su hijo Franz.

Es famosa la larguísima carta de Kafka -un libro en realidad-, que después se publicaría (1952) con el título Carta al padre y, al parecer debido a la cautelosa intromisión de su madre en el asunto, nunca llegó a su padre.   

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Mujeres

Felice & KafkaSon también conocidas sus atormentadas relaciones amorosas, dominadas siempre por una angustiosa incapacidad para entregarse, para sumirse frente al otro como prójimo. Acaso sólo pudo romper relativamente esa distancia insalvable en los últimos años, o meses, en que la morbosa euforia que provocaba a veces su enfermedad -la tisis-, podía ayudarlo a liberarse de aquella contracción y le permitió quizás sentirse relativamente acompañado por la última mujer que amó, Dora Dyman.

Había tenido una primera relación amorosa con Felice Bauer (en la foto con Kafka), quien conoció en casa de los Brods en 1912, un año clave de su vida, ya que es el año en que escribió La condena y La metamorfosis, el año que comienza a creer que podría dedicarse a la escritura. El único borrador que se conserva de una carta de Kafka al padre de Felice pidiéndole su mano, tiene pasajes tan curiosos como éste en el que le explica que ella seguramente no podrá ser feliz con él: "como no soy más que literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa, mi empleo nunca podrá entusiasmarme, pero sí puede destrozarme por completo", y agrega: "Y ahora compáreme con su hija, una chica sana, alegre, natural, fuerte (...) la verdad es que conmigo, según mis previsiones, tendrá que ser desgraciada. No sólo por mi situación material, sino aun mucho más por mi propia condición; soy una persona retraída, callada, insociable y descontenta; pero en cuanto a mí me ataña no puedo calificar esto de desgracia, pues es sólo el reflejo de mis metas. De la vida que llevo en casa pueden sacarse al menos algunas conclusiones. Veamos: vivo en medio de la familia, entre las personas más buenas y cariñosas, más extraño que un extraño. Con mi madre no he hablado en los últimos años ni siquiera veinte palabras al día por término medio; con mi padre casi nunca he intercambiado más que los buenos días. Con mis hermanas casadas y mis cuñados no cruzo palabra, y eso que no estamos enfadados. La razón de ello es sencillamente que no tengo ni el más mínimo tema de conversación. Todo lo que no se relacione con literatura me aburre y lo aborrezco, pues me distrae y me molesta, aunque sólo sean figuraciones mías".

Y aunque la respuesta a esta carta fue positiva, Kafka se las arregló para demorar el proyecto. Pasó sus vacaciones en un balneario. En junio de 1913 escribe a Felice: "Para poder escribir, tengo necesidad de aislamiento, pero no "como un ermitaño", cosa que no sería suficiente, sino como un muerto". A su vuelta, sin embargo, se comprometió (1 de junio de 1914), pero pocos días después (el 12 de julio) rompió el compromiso y regresó a Praga.

En agosto de ese año empezó El proceso. Tuvo entonces relaciones íntimas con una estrecha amiga de Felice, Gret Bloch, quien tuvo de él un hijo, murto en la infancia; aunque siempre se lo ocultó, sabiendo la crisis que le habría provocado a Kafka aquella responsabilidad que sin duda, no habría podido asumir. Por el contrario, Grete se ocupó de restablecer las relaciones entre Kafka y Felice, y así obtuvo que ambos pasaran juntos diez días en un hotel de Mirenbad, después de los cuales se proponen casarse cuando termine la guerra, de modo que en 1917 vuelven a comprometerse. Pero después, al diagnosticársele tuberculosis, Kafka se apoya en la excusa que eso le proporciona para romper nuevamente su compromiso. Luego de despedirse de Felice, fue a ver a Max Brod, y éste cuenta que: "Estaba pálido, con expresión dura y severa. Pero de repente se echó a llorar. Ha sido la única vez que le he visto llorar. Nunca olvidaré esta escena; es una de las cosas más horribles que he presenciado en mi vida (...) Kafka vino directamente a mí, a mi despacho (...) Y allí estuvo llorando y diciendo, entre sollozos: "¡¿No es terrible que tengan que suceder estas cosas?!".

En 1919 Kafka volvió a comprometerse, esta vez con Julie Wohryzek, con quien, nuevamente rompe casi de inmediato.

MilenaPero en 1920 conoce a Milena Jásenska (foto), periodista, seguramente una de las personas más notables entre las que Kafka trató. El extenso conjunto de las cartas que Kafka le escribió y que se publicaron como Cartas a Milena, no alcanza a dar una idea de la riquísima personalidad de su corresponsal, de quién sólo se conservan, por desgracia, apenas algunas líneas, pero ninguna de las cartas que envió a Kafka. Milena era la traductora al checo de las obras de Kafka, y su relación comenzó siendo epistolar.

Esta mujer apasionada y abnegada murió mucho después de Kafka, en 1944 en el campo de concentración nazi de Ravensbruck. Y quedan testimonios de su entereza en aquel infierno. Margarete Buben, su compañera en el campo, escribió después: "Milena y yo fuimos amigas desde el primer momento. Me oprimía una angustia muda cuando veía su rostro sufriente. Pero era una persona vigorosa y constantemente abolía sus temores."

Pero ni aún la rica vitalidad de aquella mujer pudo arrancarle a Kafka la pesada caparazón de su soledad. En una de sus últimas cartas, Kafka escribió a su amiga, refiriéndose a la necesidad de que se separen: "No puedo hacerte comprender, ni a ti ni a nadie, lo que pasa en mi interior. ¿Cómo explicarte por qué me ocurre todo esto? Ni siquiera puedo explicármelo a mí mismo. Pero tampoco esto es lo principal, lo principal es muy claro: me es imposible vivir una vida humana entre los hombres; ¿lo ves y sin embargo no quieres creerlo?".

Milena, por su parte, al recibir la indicación de Kafka de que no se escribieran más y su pedido de que ella misma "impida por todos los medio que se encuentren", escribe al amigo en común, Max Brod estas líneas notables: "Por supuesto que no escribiré más a Franz... Que me ama, lo sé bien. Es demasiado bueno y demasiado púdico para dejar de amarme. Lo consideraría como una falta. Por que el siempre se considera culpable y débil. A pesar de todo eso, no hay en el mundo entero otro ser dotado de su fuerza inmensa: esa absoluta necesidad que lo empuja hacía la perfección, la pureza, la verdad. Es así. Y hasta la última gota de mi sangre yo sabré que es así".

Durante el último año de su vida, ya muy grave por su enfermedad, una joven colaboradora del Hogar Popular Judío de Berlín, Dora Dayman, de unos veinte años, fue su compañera. Con ella vivió en Berlín, miserablemente -era la época de una inflación desatada-; mientras escribía Josefina la cantora y La madriguera. Después cuando lo hospitalizaron a Kafka, ella pasó día y noche a la cabecera del enfermo hasta el 3 de junio de 1924, en que Kafka murió a los 41 años de edad, entre horribles sufrimientos.

La manera en que Kafka asumió su rol como escritor es asimismo peculiar, como compensación de sus fracasos en casi todos los demás aspectos de su vida; la actividad literaria de Kafka entendida como liberación y redención personal ante los acosos de la vida familiar y el aburrimiento de su actividad como abogado.

Kafka constituye uno de los casos más originales en la historia de la literatura y, sin duda alguna, uno de los escritores más estimulantes, que se acomodó a su propia obra como si ese conjunto de relatos y novelas, hubiese sido lisa y llanamente una profecía, hasta hacer entrar en el idioma común la palabra "Kafkiano".

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