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Se
publican por primera vez los diarios completos del autor de "El
proceso"
Indiscutible ícono de la narrativa del siglo veinte, el escritor checo es de
los pocos escritores que circulan con la misma tranquilidad por los programas
escolares y por las referencias eruditas de literatos y filósofos. Ahora se
abre una nueva oportunidad de revisitar sus indispensables diarios, pero sin las
omisiones de la edición original que publicó su amigo Max Brod.
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Setenta y dos años después de la muerte de Franz Kafka, por fin ha aparecido
la edición completa de sus diarios, publicada por Galaxia Gutenberg / Círculo
de Lectores. Se trata de lo registrado por el escritor checo en trece cuadernos:
reflexiones, comentarios a obras vistas o leídas, esbozos de cuentos y novelas,
estados de ánimo, críticas, sueños y, sobre todo, esa materia aparentemente
tan poco interesante como la vida cotidiana.
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Desde luego, Kafka, nacido el 3 de julio de 1883 en Praga, nunca pensó que esas
páginas serían conocidas por los lectores de todo el mundo. Poco antes de
morir, solicitó a su amigo y albacea, el escritor Max Brod, que quemara tanto
los diarios como todo el resto de su obra inédita, se tratara de cartas o de
textos literarios.
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Brod sabía lo que valía la obra de su amigo, así es que no acató su
voluntad, pero también se introdujo entre el autor y los lectores y administró
aquella obra como le pareció mejor. Por ello su nombre aparecía
indisolublemente ligado a uno de los más grandes escritores del siglo veinte,
aunque, se diría que casi naturalmente, no recibió el Premio Nobel de
Literatura.
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En 1950, en el posfacio de la primera edición de los diarios, publicada en
castellano por Emecé en 1953, Brod da cuenta de sus tijeretazos: "Han sido
omitidos algunos trozos, cuyo aspecto fragmentario los tornaba incomprensibles.
En la mayoría de los casos, se trata solamente de algunas palabras. Además, he
suprimido algunas anotaciones que se repetían con escasas variantes. En algunos
casos (pocos) omití anotaciones que me parecían demasiado íntimas, y también
algunas críticas demasiado acerbas sobre ciertas personas, que evidentemente
Kafka no destinaba a la publicación".
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Curioso: ninguna de estas páginas estaba destinada a la publicación, lo que da
una idea de la arbitrariedad de Brod, quien, además, reemplazó el nombre de
muchas personas mencionadas por sus iniciales y suprimió derechamente
"todo ataque contra personas que todavía viven", exceptuándose sólo
a sí mismo. En ningún momento señaló que la suma de lo omitido equivale al
diez por ciento del total, que, en la edición castellana de 1953, llega a casi
500 páginas en un minúsculo tipo de letra.
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De ahí la importancia que se le ha dado a esta nueva edición, que incorpora un
prólogo de gran calidad, notas e índices que, según el periódico español
"El País", invitan "a recorrer el libro en claves estrictamente
literarias", de esta manera que "estos diarios abren diversos caminos
de acceso al que es considerado uno de los textos más emblemáticos de la
literatura contemporánea".
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Una pequeña muestra de lo omitido da una vez más pruebas indiscutibles acerca
de la veleidad de Max Brod, a quien hay mucho que agradecerle por no haber
tirado a la chimenea los escritos de su amigo, pero su regalo venía, en cierto
sentido, envenenado: se empeñó en mostrar su Kafka, y no al Kafka según como
quiso él mismo retratarse en los diarios.
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A pesar de ello, Kafka se constituyó en un referente indiscutible de la
literatura del siglo veinte. Algunas de sus obras, como "La
metamorfosis" y "El proceso", son lectura obligatoria en los
colegios de todo el mundo, y su nombre es citado y comentado por la inmensa
mayoría de los escritores, ensayistas y filósofos contemporáneos.
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A propósito de "La metamorfosis", uno de los comentarios más
incisivos, breves y brillantes sobre ella pertenece a Augusto Monterroso,
incluido en su libro "La oveja negra y otras fábulas": "Era una
vez una cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una cucaracha
llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un
empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una cucaracha".
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Recientemente, con motivo de la presentación de la edición española de su última
novela, "La caverna", el Premio Nobel de Literatura José Saramago señaló
que "asumo y reivindico toda la herencia de Kafka y recuerdo, siempre que
puedo, aquella frase suya de que un libro tiene que ser el hacha que rompe el
mar helado de nuestra conciencia".
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Ese carácter revelador de la narrativa kafkiana (adjetivo que ha pasado a ser
un comodín de la lengua: tanto designa la desesperación como el absurdo, la
angustia o la impotencia frente a burocracias inabarcables) viene en parte, según
Jorge Luis Borges, de que "puede ser leído más allá de sus
circunstancias históricas".
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Si a la mayoría de los escritores hay que situarlos en su época histórica
para comprenderlos, con Kafka no ocurre lo mismo: escribió buena parte de su
obra mientras se desarrollaba la primera guerra mundial, en un país sitiado.
"Todo eso", dijo Borges en una de sus conversaciones radiales con
Osvaldo Ferrari, "hubiera debido repercutir en su obra, y sin embargo, si
el lector no lo supiera, no lo notaría, ya que todo eso fue trasmutado por
Kafka".
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De esta manera, la escritura de Kafka ha pasado a ser parte de la memoria de la
humanidad, que sigue interrogando sus textos, cuya actualidad no depende en
absoluto de la circunstancia histórica en que se originaron.
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Aquella circunstancia, sin embargo, emerge en la escritura de los diarios, pero
muy lateralmente, como una parte más del paisaje urbano y social que lo rodea.
El 6 de agosto de 1914, Kafka registra: "La artillería cruzaba el Graben.
Flores, vivas y gritos: ¡Nazdar! (viva, en checo)", para, a continuación,
embarcarse en uno de sus amargos ejercicios introspectivos: "Una vasija vacía,
todavía entera y ya entre los cascajos, o ya rota y todavía entre las cosas
enteras. Lleno de mentiras, de odio y de envidia".
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Pero los diarios funcionan mucho más que como un mero registro o el depósito
de lamentaciones. Kafka no podía dejar de escribir. En una de sus múltiples
cartas a Felice Bauer, una de sus novias, le dice: "Creo que no has
comprendido bastante bien que el escribir constituye mi única posibilidad de
existencia interior (...). No tengo una tendencia a escribir, queridísima
Felice, no una tendencia, sino yo mismo".
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Los diarios operan entonces como la etapa más básica y vital de aquella
escritura: el escritor enfrentado a sí mismo, en su miseria, en su dolor, en su
aburrimiento incluso, y el fluir de las palabras se convierte tanto en la vida
misma como en la materia prima de una obra maciza e infinita en su capacidad de
aceptar interpretaciones.
Fragmentos recuperados
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El diario
"El País" ha incluido una breve muestra de fragmentos censurados por
Max Brod. Al leerlos, resulta evidente que no había mayor justificación para
las supresiones, salvo ese intento a medias púdico y a medias exhibicionista de
introducirse como el único intérprete verdadero de Franz Kafka. Por ejemplo,
en la edición con cortes, de 1950, Brod publica sin problemas esta anotación
de su amigo: "Las sonoras trompetas de la nada". Ciertamente es una fórmula
más compleja y literaria que escribir, simplemente, "nada", ¿pero no
es esta última, sobre todo tratándose de Kafka, harto más elocuente? Sin
embargo, Brod omitió otro apunte que dice precisamente eso: "Nada".
He aquí algunos fragmentos recuperados en la nueva edición de los diarios:
* 21
de febrero de 1922. Caminata por las calles al anochecer. El ir y venir de
mujeres.
* 22 de febrero de 1922. En las calles. Un pensamiento.
* 24 de febrero de 1922. Desamparo. El perro atado a la cadena, la mirada atrás
a la oscura casa.
* 9 de marzo de 1922. El estado lastimoso. Los insultos. El enemigo interior.
* 16 de marzo de 1922. Los embates, la angustia. Ratas que tiran con violencia
de mí y que yo aumento con mi mirada.
* 18 de marzo de 1922. El encuentro casual (con H. y Th.), el respingo, la
mirada errante, crispada, el cansancio posterior, la casi necesidad de apoyarme
en algo. Mis gemidos.
* 19 de marzo de 1922. Histeria (Bl.) que me golpea y que, por razones
desconocidas, me hace feliz.
* 20 de marzo de 1922. Ayer, noche fracasada; hoy, perdida (?). Dura jornada.
Ensueños referidos a Bl. También más angustiosos a Milena.
* 23 de abril de 1922. Tanta fuerza y tanta plenitud inútiles, todo el mundo lo
ve, nada puede ocultarlo.
* 13 de mayo de 1922. Nada.
* 17 de mayo de 1922. Triste.
* 3 de mayo de 1913. El leproso y su mujer. La forma del trasero de ella,
tumbada boca abajo en la cama, se alza una y otra vez con todas sus úlceras, a
pesar de que está presente un invitado. La forma en que su marido le grita
siempre que permanezca tapada.
* 14 de agosto de 1913. Con qué frialdad he estado jugando esta noche -Oskar y
su mujer no estaban en casa- con Leo, al que presuntamente quiero. El muchacho
me resultaba repelente, extraño y estúpido.
por
Rodrigo Pinto
en
Las Ultimas Noticias, Santiago de Chile
Lunes 15 de enero de 2001
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