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Como Werfel y Rilke, Kafka
pertenece a la familia de lengua alemana residente en Praga. Kafka y Werfel son
de sangre hebrea. Los tres mantienen de por vida y en la obra una peculiar
actitud ante la divinidad, que sólo en el caso de Werfel culmina con la
conversión al catolicismo. Werfel y Rilke se mantienen apartados del mundo
checo; Kafka, sin embargo, se interesa por la vida política y social de los
checos.
... El extraordinario renombre adquirido estos
años por Kafka tiene un nombre: Max Brod, el amigo -también judío- que
desobedece su última voluntad y salva del fuego las obras más importantes de
Kafka, inéditas en el momento de su muerte. Pero sólo después de 1945 le fue
posible a Max Brod lanzar la edición de las obras de su amigo, al par que la
escenificación por Gide, en París, de El Proceso y su reposición en el Berlín
de 1950 levantan una polvareda polémica y un aluvión de literatura exegética.
... Los ángulos desde los que se ha pretendido
iluminar el extraño mundo kafkiano han sido muy varios: psicoanalítico, sociológico,
racial, religioso, estético... o la mezcla de éstos. De estas interpretaciones
daremos cuenta más adelante. Aquí interesa acentuar que, sea cual fuere la
clave de su arte, éste no se mantendría en pie ni ejercería la poderosa
sugestión hasta hoy ejercida si bajo cualquier tipo de intencionalidad no se
cobijase el encanto de su cristalino alemán; esto es, si su originalidad no
dispusiese de vehículo tan dócil y tierno como su estilo lingüístico.
... Lo grotesco y lo horrible, lo ilimitado y
fantástico, eso que entendemos de modo familiar por el mundo de lo germánico,
y en el que entran los cuentos de Hoffmann y el Bosco, Kubin y los
expresionistas, ése es el tronco tradicional y romántico al que pertenece la
creación de Kafka. Pero, entre otras mayúsculas diferencias, Kafka lanza,
agresiva y dolorosamente, un mensaje ("precisamos libros que obren sobre
nosotros como una desgracia, que nos duelan como la muerte de alguien a quien
queríamos más que a nosotros mismos, como un suicidio"); este mensaje es
el de la agonía del hombre y del artista en la civilización de nuestros días.
... Kafka nace en Praga el día 3 de julio de
1883. Su padre se dedica a los negocios. La prosperidad que éstos van
experimentando deja al niño el recuerdo de varios traslados sucesivos de
domicilio. La mujer de este hombre de empresa pertenece a una familia
distinguida de Praga en la que había profesores universitarios, bohemios y
artistas.
... De 1893 a 1901 sigue el niño Kafka los
cursos del instituto, situado en la ciudad vieja. Era uno de los estudiantes más
brillantes. Leía ávidamente a los dieciséis años de edad a Nietzsche, sentía
verdadero entusiasmo por Darwin, por el socialismo y el ateísmo; lo que refleja
la carencia de clima religioso que se respiraba en la casa paterna. Con un compañero
de colegio, luego conocido como historiador del Arte, Oscar Pollak, funda la
"Frei Schule" (Escuela Libre), de tendencias anticlericales.
... De 1901 a 1906, estudia derecho en la
universidad alemana de Praga. El profesor Alfred Weber, que explica sociología,
ejerce entonces enorme influencia sobre Kafka, y dirige, al final de la carrera,
su tesis doctoral. Lo que especialmente impresiona a Kafka es el análisis que
Weber hace de la sociedad industrial y sus peligros. También encuentra en él
gran eco la labor docente de un discípulo de Brentano: A. Marty.
... Los años finales de su carrera acusan ya
una notable actividad literaria. En 1903 trabaja en una novela perdida, Das Kind
und die Stadt (El niño y la ciudad), y otros escritos, que envía a Pollak.
Entre 1904-1905 escribe la parte esencial de una obra filiada a patrones
literarios de Hofmannsthal: Beschreibung eines Kampfes ( Descripción de una
lucha). En sus lecturas prefiere libros de recuerdos, diarios, correspondencias
(Amiel, Byron, Macaulay, Flaubert). Entra en contacto con la obra de Mann, de
Carossa, de Hesse, de Stifter. Rechaza -y esto es muy curioso- la literatura
revolucionaria, a los decadentes y demoniacos: Huysmans, Wilde, Wedekind. Ama la
literatura sencilla y saludable: Grimm, Hebel, Stifter.
... En 1906 se doctora en derecho, y practica
durante un año la abogacía en un juzgado de Praga. En 1907 se coloca en una
compañía italiana de seguros: Assicurazioni Generali. Al año siguiente, 1908,
desempeña ya un puesto elevado como funcionario del
Arbeiter-Unfallversicherungsanstalt ( Compañía de seguros de accidentes de
trabajo). Hasta 1917, en que se declara su tuberculosis, trabaja en este
establecimiento, donde es estimadísimo por subalternos y superiores. ( Kafka,
que sostuvo siempre íntima polémica entre su vocación de artista y su profesión,
mantuvo, sin embargo, la necesidad de vincularse a un oficio burgués. Con esto
está relacionado su contacto personal con el pueblo, asistiendo a las reuniones
políticas de los nacionales demócratas checos. )
... Kafka simultaneaba sus deberes de
funcionario con los deportes, la literatura y las reuniones científicas en casa
de la señora Berta Fanta. Los salones de esta culta dama acogieron aquellos años
a muy ilustres huéspedes: Einstein, Ehrenfels, Kowalewski. En esta casa escuchó
Kafka conferencias sobre la teoría de los quanta, sobre la relatividad y sobre
Freud, y en 1911 sigue con especial interés las conferencias semiteosóficas de
Rudolf Steiner, con quien llega a trabar contacto personal. En este mismo año
de 1911 acusa la primera preocupación por su origen: se interesa por la
historia del judaísmo, por su literatura, por los movimientos religiosos dentro
del sionismo. Los relatos de animales en forma alegórica, tal como aparecen en
las novelas de Mendele Moscher Sfurim, detienen particularmente su atención.
...Kafka era vegetariano, buen nadador,
estimable jinete y remero, amaba las grandes caminatas por el campo. Sus
vacaciones le llevaron a Italia, Suiza, Berlín, Hungría, Weimar ( para ver el
mundo de su adorado Goethe)... Este amante de la naturaleza era también un
hombre sociable, y además de frecuentar desde sus años de estudiante los
mejores salones de Praga mantuvo relaciones amistosas con Martin Buber, con
Werfel, con escritores más oscuros, con recitadores...
... Su vida sentimental fue accidentada y poco
feliz: se promete en 1914 y rompe su compromiso tres años después, cuando se
declara su tisis y ha de emprender su penosa peregrinación por distintos
sanatorios; dos años escasos duran, de 1920 a 1922, las relaciones con Milena,
seguidas también de fracaso. Sólo el último año de su vida, de 1923 a 1924,
encuentra la mujer que parecía ofrecer más estable equilibrio a su vida, la
judía Dora Dymant, profesora de hebreo, con la que vive en Berlín en los
tremendos momentos de la inflación. Con Dora aprende hebreo. Y lee a Scheler,
la sociología de la Religión de Troeltsch, a Maimónides, a Buber... Muere en
el sanatorio Kierling, cerca de Viena, el 3 de junio de 1924. Tiene 41 años. El
médico y amigo que le asiste escribe: "Su rostro es tan severo, rígido,
inaccesible, como era severo y limpio su espíritu..., un rostro de rey, del más
noble y viejo linaje."
... Lo más importante de su obra apareció,
como queda indicado, después de su muerte, merced a su amigo Max Brod. Lo
publicado en vida son relatos cortos: Der Heizer ( El fogonero), 1931; Die
Verwandlung ( La metamorfosis), 1916; Das Urteil ( La sentencia), 1916; In der
Strafkolonie ( En la colonia penal), 1919; Ein Landarzt ( Un médico rural),
1920; Ein Hungerskünstler ( Un artista del hambre), 1924.
... Aparte narraciones breves, Kafka es autor
de tres grandes novelas ( El proceso, El castillo y América), diarios y
correspondencia.
... El
proceso apareció por
vez primera en Munich, al año siguiente de la muerte de su autor. Una versión
dramática de Guide y Barrault fue representada con éxito en París, en 1947.
Esta versión tuvo la virtud de llamar la atención de los existencialistas (
Camus, especialmente, quien escribió un interesante ensayo sobre la esperanza y
lo absurdo en la obra de nuestro autor, luego recogido en El mito de Sísifo).
Esta extraña historia trata de un inocente empleado de banco que es detenido la
mañana de su cumpleaños, acusado de algo desconocido. Para sus interrogatorios
es citado en domingo, a fin de que no interrumpa su trabajo. Advierte desde su
primera comparecencia la imposibilidad de convencer de su inocencia al
funcionario judicial: no hace más que provocar grandes risas de los que le
escuchan. Jamás logra ver al juez. Las sesiones del juzgado se celebran en casa
de un carpintero. Un día sin sesión le son mostrados por una mujer los
supuestos libros de la Ley, que no resultan sino novelas con grabados
deshonestos. Los archivos del juzgado están en un granero... Jamás logra ver
una acusación escrita de su delito. Pero el proceso sigue inexorablemente. Todo
procesado necesita muchos abogados con el objeto de retrasar o activar el
proceso. Por medio de su sobrino se pone en contacto con un abogado influyente.
El pintor Signorelli, ante quien posa el juez, se niega a ayudarle. El
protagonista -cuyo nombre es K.- va perdiendo capacidad de resistencia física y
psíquica. De ahí que no se defienda contra su sentencia de muerte, sobrevenida
al año de su primera detención. En el último capítulo de la novela, dos
caballeros de levita y sombrero de copa se presentan al anochecer en su casa y
lo conducen a las afueras de la ciudad, lo desnudan, hacen que se siente en el
suelo, lo cambian muchas y fatigadas veces de postura, le apoyan la cabeza en
una piedra y se cambian extrañas cortesías con un cuchillo... K. Ve asomarse
un hombre a una ventana y cómo le adelanta los brazos. K. Levanta los suyos,
pide justicia, y mientras el cuchillo se hunde en su espalda, dice: "¡Cómo
un perro!"
... El
Castillo aparece
asimismo en Munich, en 1926. Su carácter simbólico es igualmente patente desde
las primeras páginas. Se trata de un agrimensor, que llega a un pueblo. El
pueblo está presidido y regido por un castillo, algo distante. Pero al
agrimensor le es imposible, desde el primer momento, ejercer sus funciones de
agrimensor, para las que se le había llamado, porque realmente no hacía falta,
y llega al castillo para ver en él a un misterioso funcionario, Klamm. El único
contacto posible con el castillo y su complicada administración es el mantenido
a través de Barnabas, el mensajero. Sus primeros intentos por establecer
contacto telefónico con el castillo son rechazados con zumbidos, con el
silencio o con el rotundo "No" de un funcionario, al otro lado del
hilo. Únicamente le es posible llegar hasta un mesón, próximo al castillo,
donde enamora y posee a Frieda, amante de Klamm, quien le muestra a éste
durmiendo, sentado a su mesa de trabajo, en la habitación contigua, por un
agujero de la pared. Con Frieda regresa al pueblo, se instala en una habitación
de la escuela y son siempre interrumpidos por la presencia sonriente y
misteriosa de los dos ayudantes del agrimensor. Frieda, que significaba un
intento de aproximación al mundo del castillo, se vuelve un día
inesperadamente al mismo, pretextando que el agrimensor frecuenta demasiado el
trato con una hermana del mensajero, Olga. Una noche es citado para comparecer
ante uno de los secretarios del castillo, quienes recibían e interrogaban a los
aldeanos por la noche y en cama, a fin de no perder tiempo. Pero el agrimensor
se equivoca de puerta y habla con otro secretario, Bürgel, quien le promete
ayuda. Su situación no ha variado sustancialmente desde el día de su llegada.
Desconoce incluso con quién ha hablado, pues los secretarios suelen cambiar de
aspecto, lo que hace imposible su reconocimiento. Al final de la obra, el
misterioso castillo le resulta tan inalcanzable como al principio, e igualmente
incomprensible el motivo de su llamada.
... América
apareció en Munich, en 1927. Es la novela de más alegre atmósfera. Fue
comenzada en 1912, con el título Der Verschollene ( El desaparecido). Narra la
vida de Karl Rossmann, muchacho que es enviado por su familia a América por
haber violado a una muchacha que trae al mundo un niño. Antes de llegar a Nueva
York, el fogonero del barco se lamenta del injusto trato de que es objeto por
parte del maquinista. Con ánimo de defender sus derechos, Karl se presenta en
el camarote del capitán, y allí se da a conocer un señor, presente
casualmente, como el tío americano de Karl, puesto al corriente por la familia
de éste del motivo de su viaje. Karl y su tío desembarcan, abandonando al
fogonero a su suerte. En una lujosa casa, aislado del mundo, Karl es sometido a
una intensa preparación lingüística bajo la vigilancia del tío americano.
Unos compañeros de negocios de su tío le invitan a pasar un día en su casa de
campo, cerca de Nueva York. La hija del dueño le conduce a su habitación, y
allí luchan, perdiendo Karl. Decide volver a casa. Pero un desconocido lo
retiene hasta medianoche. Entonces le entrega una carta del tío, por la que éste,
contrariado por haberle abandonado sin su consentimiento, le ruega que se
abstenga de volver. En la calle se une a dos pícaros, que le ayudan a buscar
trabajo. Karl los abandona al poco tiempo por haber encontrado violentada su
maleta. Consigue una colocación de ascensorista en un hotel. A los pocos días,
el gerente encuentra pretexto para despedirle por un momentáneo abandono del
servicio. Evita una paliza del portero, huyendo, pero la precipitación le
impide recoger una chaqueta en la que guardaba dinero y documentación. El
anuncio de un teatro de Oklahomma, donde prometen ocupación a toda clase de
hombres, le hace emprender el viaje. Y aquí acaba esta incompleta novela.
... En su monumental Franz Kafka, el profesor Emric intenta discriminar en tres tipos
distintos las muy varias interpretaciones que ha formulado hasta hoy la crítica
sobre Kafka. Emric señala, en primer lugar, una corriente teológica; esto es,
un tipo de crítica que pretende vincular la obra de este autor a la tradición
judaica, a la cristiana o incluso al nihilismo, recurriendo, en algún caso, a
argumentos de tipo psicoanalítico, biográfico o sociológico (Max Brod, Auden,
Camus; Grenzmann). La segunda corriente la componen los partidarios de la
interpretación propiamente psicoanalítica ( Ángel Flores, P. Goodman).
Finalmente, Th. Adorno, Günther Anders y Roy Pascal, entre otros, integrarían
el tercer tipo de exegetas, quienes hallan un fundamento sociológico o de crítica
político-social en la obra de Kafka.
... Independiente de estas interpretaciones, el
lector descubre en la obra narrativa de Kafka estos tres elementos: el
subjetivo, el simbólico y el onírico, sea cual fuere la razón de su
existencia. Por el carácter subjetivo de que hablamos, todos los relatos de
Kafka van adquiriendo paulatinamente ante los ojos del lector el aspecto de una
larga queja. Queja de un hombre convertido en marioneta, en insecto, en
ayunador, en trapecista, en agrimensor, en algo risible y grotesco, en hazmerreír
de poderes o poderosos invisibles, y a la postre en algo molesto y desagradable,
algo extrínseco al extraño orden que reina en su mundo o familia, algo que hay
que barrer con la escoba o asesinar fríamente sin saber por qué, algo que se
siente segregado de un todo ante el que no cabe más que la resignación y el
holocausto. "Gregorio, pese a lo triste y repulsivo de su forma actual -se
lee en La metamorfosis-, era un miembro de la familia a quien no se debía
tratar como un enemigo, sino, por el contrario, guardar todos los respetos, y
que era un elemental deber de familia sobreponerse a la repugnancia y
resignarse, resignarse y nada más." Y la mesonera dice a K., en El
castillo: "Pero, por desgracia, es usted, sin embargo, algo: un forastero,
uno que resulta supernumerario y está siempre ahí, molestando...; uno cuyas
intenciones se desconocen." El elemento onírico apenas si precisa aclaración:
los personajes aparecen y desaparecen extrañamente, el juzgado es un taller de
carpintero, los libros de la ley resultan novelas con ilustraciones deshonestas,
no existe nudo causal entre los acontecimientos, ni tiempo ni espacio para los
que nos sirvan medidas habituales de la vigilia. E igualmente obvio es el
elemento simbólico, sea o no sea el Estado, la Ley, la Divinidad, la Comunidad,
la Burocracia o la Justicia ese poder inaccesible e incomprensible por el que
los personajes se metamorfosean en víctimas.
... Un existencialista francés vio con acierto
cómo esta novela, frente a la novela psicológica, es novela de situación.
Quiere decirse: Kafka se desinteresa de los azares de la intimidad de sus
personajes para centrar su atención en una "condición" de la
existencia humana. Ningún rasgo encontramos en su obra narrativa que nos
descubra la intimidad o carácter psicológico, algo individualizante de un
personaje. Estos personajes sin intimidad son impulsados no por un motivo psicológico
o un acto anterior, sino que son como manipulados desde el fin u objetivo del
autor. No hay lógica. O no hay otra lógica que la de lo caótico. El lector se
siente como mareado en una atmósfera en la que los hombres, las cosas y los
acontecimientos carecen de coherencia, ya que obedecen a leyes que desconocemos,
mientras han desaparecido las éticas o las jurídicas. Nuestra extrañeza y
angustia proceden de que los pasos de estos personajes acreditan la esperanza,
la inocencia o el deseo de justicia a través de un mundo en el que reina lo
absurdo, contra el que no cabe otra actitud que la resignación. Con razón decía
Gide ante El proceso que "la
angustia que se respira en este libro es a veces casi insostenible, porque ¿cómo
no decirse continuamente: este ser aniquilado soy yo? En una prosa morosa y
sabia, compacta, muchas veces durante páginas y páginas sobre consideraciones
o asuntos de interés muy secundario (así en El
castillo con la exposición, en boca del secretario Bürgel, de las ventajas
de los interrogatorios nocturnos), pero todo esto tiene el propósito estilístico
de sumergir al lector en un clima de obsesión y de angustia, en lo
irremediable, en la pesadilla. Se ha comprobado que la palabra que Kafka repite
con mayor frecuencia es Aufhebung ( derogación, abolición). Y una frase suya resume
felizmente su pensamiento, al par que nos explica su éxito entre los
existencialistas: Es gibt kein Haben, nur ein Sein, nur ein nach letztem Atem,
nach Ersticken verlangendes Sein. (No
existe el tener, sino sólo un Ser, sólo un Ser exigente hasta el último
aliento, hasta el ahogo.)
José
Luis Varela
Forjadores
del Mundo Contemporaneo
Editorial
Planeta , 1989.
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