Borges habla de Kafka. |
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En
una edición de La Metamorfosis de editorial ORION, Borges nos cuenta los temas
de la obra de Kafka y su modus operandi. Transcribimos aquí la primera parte de
ese magnífico ensayo. Habla un discípulo de Kafka, un tardío discípulo de Kafka, pero que sigue sintiéndolo y agradeciendo lo mucho que él le ha dado y lo poco que él ha podido hacer con ese espléndido regalo de su obra. Quiero
examinar aquí dos temas de Kafka, el "laberinto" y la "empresa
imposible", pero antes quiero decir unas palabras sobre el modus operandi
de Kafka, sobre lo que los escolásticos llamaron el "regregresus in
infinitum" y que es un proceso intelectual bastante común tratándose de
etiología o metafísica, pero raro tratándose de literatura y podríamos decir
que fuera de algunos precursores, que de algún modo fueron inventados por él,
fue inaugurado por Kafka.
Y quiero recordar a mi amigo Carlos Mastronardi, el gran poeta de Entre Ríos,
¿por qué de Entre Ríos? El gran poeta de la patria y del mundo. Yo recuerdo
que él había iniciado la lectura de El proceso y me dijo lacónicamente:
"Franz Kafka, Zenón de Elea". Y ahora se preguntarán ustedes qué es
el "regresus in infinitum", para mí una de las grandes innovaciones
de Kafka: es un proceso lógico, conocido por los escolásticos. Comenzaré por
uno de los ejemplos más amenos de este método y tema de Kafka. El
"regresus in infinitum" puede ilustrarse, creo que del modo más vívido
posible, mediante las paradojas de Zenón de Elea, que dijo que si creíamos en
la realidad del tiempo como hecho de instantes y la del espacio como hecho de
puntos, el transcurso del tiempo y el movimiento son imposibles, e ilustra esto
mediante varias paradojas que fueron refutadas por Aristóteles y comentadas por
toda la filosofía después, pero recordaré dos simplemente, ya que en ellas se
ve claramente cuál es el modo de Kafka y me permite recordar a mi padre.
Mi padre —yo tendría 9 o 10 años entonces—, en una casa por las orillas de
Palermo una noche después de comer me mostró el tablero de ajedrez y me dijo,
señalándome las casillas: Vamos a poner a una persona que está en esta
casilla -y me señaló la casilla de la torre, la de la izquierda y quiere ir a
la casilla de la derecha. Pues bien, tendría que pasar antes por la casilla de
la reina. Yo dije, naturalmente, que sí. Y él me dijo: Pero antes tendrá que
pasar por la casilla del caballo. Yo afirmé nuevamente. Y él me dijo: Bueno,
aquí tenemos 8 casillas, ya que se trata de 64 casillas, que forman el tablero.
Supongamos un tablero más largo, con un número indefinido de casillas. Para
llegar de la primera a la última habrá que pasar por todas las casillas
intermedias. Dije que sí y él me dijo: Muy bien, pero entonces, antes de
llegar a la meta habrá que pasar por la casilla del medio, antes por la del
medio del medio, antes por la del medio del medio del medio y así
sucesivamente, es decir, que no se llegará nunca de una casilla a otra. Y no
mencionó el nombre de Zenón de Elea, no me dijo que estaba exponiendo la
ilustre paradoja de la filosofía griega, porque mi padre era profesor de
psicología y sabía que son más importantes los hechos que las fechas y los
nombres de quienes los inventaron. De modo que me dejó con esa perplejidad y
luego de unas noches me preguntó si había oído la historia de la carrera de
Aquiles y la tortuga. Dije que no, y me divirtió la idea de una carrera entre
Aquiles, el de los pies ligeros, símbolo de rapidez y la tortuga, la morosa
tortuga, símbolo de lentitud, y dije que me gustaría oír eso. Bueno, dijo,
una vez corrieron una carrera Aquiles y la tortuga. Aquiles le dio a la tortuga
100 metros de ventaja, lo cual es justo, dado lo moroso de la tortuga y lo lento
de sus hábitos. Muy bien, Aquiles recorre los 100 metros mientras la tortuga
recorre 1 metro. Me preguntó si la cuenta estaba bien sacada, él sabía que lo
estaba y le dije que sí. Muy bien, me dijo, recorre ese metro en tanto que la
tortuga recorre 1 centímetro. Yo dije que sí, si Aquiles corre cien veces más
ligero que la tortuga. Desde luego, me dijo, Aquiles recorre entonces ese centímetro,
y la tortuga mientras tanto ha recorrido un milímetro. Y así siguen, de modo
que Aquiles nunca podrá alcanzar a la tortuga. Pues bien, esto ha sido
discutido después por Poincaré, por Bergson, por Bertrand Russell, por Stuart
Mill, antes por Aristóteles, antes quizás por todos los filósofos y es
realmente un argumento serio contra el hecho de que si el tiempo se compone de
instantes y el espacio está hecho de puntos, una cantidad cualquiera no puede
agotarse. Ese argumento lo aplicó William James. En sus Elementos de Psicología
James dice: Vamos a suponer un cuarto de hora. Pero antes de que un cuarto de
hora pase, tienen que pasar siete minutos y medio, pero antes tienen que pasar
tres minutos y una fracción, y antes de que pase la fracción tiene que pasar
otra, pero como el número de fracciones es infinito resulta que se saca como
consecuencia que no puede pasar nunca un cuarto de hora. Pero curiosamente,
cuando Zenón de Elea formulaba esas paradojas en Grecia cinco siglos antes de
la era cristiana, un pensador chino, Lie Tsu la formulaba en China bajo la forma
de una leyenda, una forma que hubiera complacido más a Kafka. Lie Tsu habla del
cetro de los reyes de Liang y supone que ese cetro es heredado por cada sucesor
de la dinastía.
Cada uno tiene que cortar la mitad del cetro, que no es excesivamente largo,
pero como nunca se llegará a la mitad de la mitad de la mitad de algo la dinastía
es infinita, es decir, exactamente el mismo procedimiento de Aquiles y la
tortuga y de aquella otra del tablero, que muestra la imposibilidad de que un móvil
llegue a la meta. Ahora bien, ese procedimiento que se llama "regresus in
infinitum" fue aplicado para refutar pensamientos, muchas veces lógicamente,
pero Kafka fue el primero, o uno de los primeros, que lo aplicó a la
literatura.
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